Hace un tiempo, quizás les suene, hubo una gran tractorada en Murcia, en la que agricultores y otros colectivos pedían soluciones frenar el deterioro ambiental del Mar Menor. La noticia era ciertamente chocante, ¿ahora resulta que los agricultores son ecologistas?. Pues quizás más de lo que parece.
Desde que el hombre comenzó a cultivar sus primeros alimentos ha alterado el medio ambiente donde vivía. Pero también ha dejado una herencia en forma de paisajes, variedades vegetales y razas de ganado de lo más variopinto y unas prácticas de manejo íntimamente relacionadas con el terruño. A eso hay que añadirle una gran cantidad de vida silvestre que aprendió a vivir en cultivos, huertos y granjas.
Pero a mediados del siglo XX, gracias a los conocimientos y técnicas agronómicas adquiridos hasta entonces, comienza la Revolución Verde, una apuesta por la producción agrícola y ganadera intensiva que cambiará radicalmente el aspecto y funcionamiento del campo: dominio de los monocultivos, eliminación de setos y lindes con vegetación silvestre para arañar el último centímetro de suelo cultivable y un uso excesivo de determinados productos fitosanitarios que acabó empobreciendo de vida en los campos. La SEO, por ejemplo, ha constatado un descenso del 20 % de aves comunes ligadas a los cultivos herbáceos de secano. Y ellas son sólo la parte visible de un complejo ecosistema.
Agricultura y ecologismo no son en absoluto incompatibles. En un mundo donde todavía hay gente pasando hambre, cada vez se hace más patente que la agricultura y la ganadería han de ser, por fuerza, sostenibles. La buena noticia es que tenemos los medios y conocimientos para conseguirlo.
Estos daños medioambientales (y alguno más) son los que a menudo se le achacan a la agricultura y ganadería modernas. Sin embargo, no hay que olvidar que agricultores y ganaderos viven en, por y para el territorio donde trabajan, y suelen ser los primeros interesados en mantener su medio de vida. No en vano, se les considera unos agentes muy importantes en la “custodia del territorio”, es decir la conservación y el buen uso de los valores y los recursos naturales, culturales y paisajísticos.
Y para lograrlo, no tendrán problema en retomar antiguas prácticas como la rotación de cultivos y combinarlas con nuevas tecnologías que permitan por ejemplo disminuir todo lo posible el uso de productos fitosanitarios. Sin llegar a considerarse “ecologistas” , gran parte de nuestros agricultores y ganaderos están comprometidos con la protección del medio ambiente.
Fuente: Sigfito